9 jul 2010

" Los únicos libros universales son los libros infantiles "

La vuelta al mundo de un forro polar rojo (Siruela).

Un periodista alemán de pelo en pecho y seguidor del Borussia de Dortmund explica qué significa la globalización a partir de la azarosa historia de un forro polar de color rojo vivo. Con ese chaleco como protagonista, Wolfgang Korn lleva al lector desde los pozos de petróleo de Dubai hasta una patera de subsaharianos recién arribados a las costas de Canarias. Un viaje por el globo terrestre a una velocidad de vértigo en el que, al hilo del comercio, se vislumbra la vida de los más ricos y de los más pobres, se viaja en buques cisterna y en portacontenedores, y se demuestra hasta qué punto nuestra actividad económica es interdependiente y éticamente problemática hoy en día. El libro, ingenioso y sorprendente, recibió el Premio Alemán al Mejor Libro Juvenil de Divulgación Científica.


Este cuerpo es humano (Thule).

Este no es un libro de anatomía al uso: no habla sobre el cuerpo que tenemos, sino sobre el cuerpo que somos. Y lo hace con rigor, con entusiasmo, con ingenio y con mucha gracia. "Yo entiendo el humor como un elemento poético, un alejamiento de la realidad que proporciona una visión más profunda que un discurso científico", asegura el escritor patafísico Grassa Toro. Él y el ilustrador José Luis Cano son un claro ejemplo de que no es preciso ser especialista para hacer divulgación. Su libro ha sido elegido como uno de los mejores de 2010 por el prestigioso Banco del Libro, de Venezuela. Lo mejor de esta singular anatomía, aseguran ellos, es que no dice todo; así deja sitio para que otros digan. Un magnífico complemento a su lectura es la serie El mapa de mi cuerpo (Media Vaca), del japonés Genichiro Yagyu, con seis títulos: Agujeros de la nariz, Plantas de tus pies, Tetas, Dientes, Costras y Ombligo.


¿Por qué el cielo es azul? (Páginas de Espuma).

A principios de los años setenta, Isaac Asimov publicó Please, explain (Cien preguntas básicas sobre la ciencia), donde reunía las respuestas que, a lo largo de ocho años y en la revista Science Digest, había dado a cien cuestiones planteadas por los lectores. Ese formato de preguntas y respuestas, que había nacido como una sección periodística, se hizo tremendamente popular. Aún lo es. Fiel a dicho modelo, el primer libro que escribió el profesor y físico Javier Fernández Panadero va ya por su décima edición. "Siempre me planteo cómo puedo atraer a los lectores de Harry Potter a la ciencia, que es magia de verdad capaz de transformar el plomo en oro. Yo lo intento con pasión. El formato de pregunta y respuesta ofrece muchas ventajas: está dirigido a un lector sin formación científica, pero que desea saber; puede ser leído en cualquier parte; permite que cada lector, al seleccionar las preguntas que le interesan, construya su propio libro; sacia en parte su curiosidad y, al mismo tiempo, le suscita otras preguntas. Eso sí, todos los libros de preguntas y respuestas no son iguales, aunque lo parecen: unos van a los temas de fondo y otros se quedan en las curiosidades". A ese primer libro han seguido otros tres.


¿Tienen los animales que lavarse los dientes? (Edaf).

Con el mismo formato de pregunta y respuesta, surgió este libro de Henning Wesner, director de un zoológico alemán. Como en el caso de Asimov, el punto de partida fue periodístico: Wesner tenía un espacio en la radio en el que contestaba a las preguntas sobre animales que le planteaban los oyentes. Humor, desenfado y rigor son, de nuevo, los elementos que hacen único este libro que responde a cuestiones tan difíciles como: ¿cuántas espinas tiene un erizo?, ¿son los burros tan tontos?, ¿nunca está satisfecho el mosquito?, ¿por qué las abejas no tienen cintura de avispa?, ¿rugen los leones marinos?, ¿son los cerdos tan guarros?... El libro, que cuenta con preciosas ilustraciones, recibió el Premio Bolonia de Literatura Infantil al Mejor Libro de No Ficción.


Ni sí ni no (SM).

Frente al modelo de preguntas y respuestas, surge la voz discrepante del filósofo: "A veces los libros de preguntas y respuestas sofocan la propia curiosidad. No ha de ser así. No hay respuestas para todas las preguntas. No están todas las preguntas hechas", declara el francés Oscar Brenifier. Tenía que ser un filósofo quien reivindicara el hecho de preguntar como herramienta para explorar los límites del conocimiento y de la comprensión. Quien invitara a pensar por el mero placer de pensar. Así nace Ni sí ni no, donde de una forma tan sencilla como densa se plantean los grandes contrarios del pensamiento: lo finito y lo infinito, el ser y la apariencia, la libertad y la necesidad, la razón y la pasión, el yo y el otro, lo objetivo y lo subjetivo, la naturaleza y la cultura... El libro, que ha ganado varios premios, demuestra que se puede hablar de lo más abstracto y conseguir que llegue a todo el mundo.


Evolución (Blume).

¿Es posible explicar la teoría darwinista de la evolución a partir de fotografías en blanco y negro de esqueletos expuestos en los museos de historia natural? La respuesta se halla en este libro increíble que trabaja, sobre todo, con el material de la galería de anatomía comparada del Museo Nacional de París. El lector contempla la transformación continua de las especies y la selección natural y sexual en imágenes asombrosas. Acompañan a las fotos pequeñas historias que hacen claro lo oscuro: ratones y hombres, el sexo de los huesos, el cuello más célebre, los últimos dedos, las patas perdidas, amor antes de morir... Estos esqueletos de vertebrados, captados en movimiento como si estuviesen vivos, nos remiten a nuestro origen animal y a nuestra propia historia. A veces, para ver algo, únicamente tenemos que cambiar nuestro punto de vista.



Hay libros que tratan cuestiones muy pequeñas (¿De quién es esta mierda? Guía de bolsillo para identificar las heces, Océano) y otros que tratan cuestiones muy grandes (Diez preguntas, Paidós). Los hay que narran la historia del mundo mediante fotografías (Las imágenes que nos revelan el mundo, SM), mientras otros recurren a las palabras (Una muy breve historia de casi todo, RBA). Hay libros sobre cómo realizar experimentos para convertir en real lo imaginado, otros que experimentan con personajes imaginarios para explicar la realidad (Cómo los cómics pueden explicar leyes científicas de manera sencilla y divertida, Ma non troppo) y otros que plantean cuestiones morales como inquietantes experimentos (El cerdo que quería ser jamón, Paidós)... Todos estos libros de divulgación, más que estar dirigidos a un lector concreto con una edad definida, apuntan a una actitud determinada: la curiosidad sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea.


Acrobacias del saber
elpais.es

Libros : Neurociencia, astrobiología, evolución, historia de la ciencia

"La ciencia cada vez interesa más. Desde 2005 el número de libros de científicos editado ha subido más de un 18% y, a día de hoy, supone una décima parte de lo que se publica. Así, los anaqueles destinados a la divulgación en las librerías sufren un tránsito constante de libros que acercan los electrones, las neuronas, los dinosaurios, los abracadabras matemáticos o la evolución de las especies al lector medio. He aquí una selección de las últimas novedades en este sector.


Comprender el cerebro desde nuestro propio cerebro no es tarea fácil, pero los neurocientíficos no cejan en su empeño. Algunas de sus teorías y avances transcienden los muros de los centros de investigación y universidades convertidos en libros divulgativos. ¿Saben ustedes lo que es un kluge? Es el acrónimo en inglés para torpe, cojo, feo, pero bastante bueno (clumsy, lame, ugly but good enough). El cerebro es, así, un kluge, es decir, no es ni por asomo un diseño perfecto, sino que fue construido azarosamente por la evolución, colocando parches, repitiendo sistemas para realizar las mismas funciones, de una forma altamente ineficiente. Pero funciona. Dos libros parten de esa idea para indagar en la naturaleza del cerebro. Uno de ellos es Kluge (Ariel), de Gary Marcus, escrito de forma desenfadada y con humor. El otro, El cerebro accidental (Paidós), de David Linden, explica cuestiones tales como por qué tenemos una infancia tan larga, por qué somos monógamos, por qué tendemos a las creencias religiosas, entre otras características genuinas de la especie humana. Todo ello desemboca en una férrea defensa de la evolución frente a aquellos seudocientíficos que pregonan que, precisamente, el diseño del cerebro (y el mundo) no es accidental, sino inteligente. En esta dirección discurre Por qué la teoría de la evolución es verdadera (Crítica), de Jerry A. Coyne, que pelea contra el infantilismo científico del llamado diseño inteligente repasando los logros de la evolución cuyas bases sentó Charles Darwin hace 150 años, y que parece que todavía hay que recordar a algunos.

En La máquina de las emociones (Debate), Marvin Minsky divide el cerebro en una cantidad enorme de recursos que se activan o se desactivan dando lugar por igual a emociones y pensamientos. Ejemplo: cuando sentimos ira se activan los mecanismos que nos otorgan una fuerza y una velocidad inusuales, pero, al mismo tiempo, se desactivan aquellos que nos hacen ser prudentes. Así explica Minsky el amor, los estados de ánimo y hasta la consciencia, para luego aplicar estas ideas al desarrollo de las máquinas que piensan, es decir, la inteligencia artificial, en la que es experto.

En la frontera entre esas dos disciplinas que hemos dado en llamar ciencias y humanidades cabalga Proust y la neurociencia (Paidós), de Jonah Lehrer. La magdalena proustiana fue también un punto de partida para el joven neurocientífico: a partir de ella inició su proyecto de explicar biológicamente el fenómeno memorístico que permitió al autor francés escribir En busca del tiempo perdido, la naturaleza de la visión con la que Cézanne abordó su obra pictórica o los procesos cerebrales que hicieron crecer las Hojas de hierba del poeta Walt Whitman.

Siguiendo el hilo tenemos libros que ahondan en algunos momentos cruciales de la historia de la ciencia y del mundo que acontecía alrededor. La invención del aire (Turner), de Steven Johnson, narra la historia del descubrimiento del oxígeno por parte del científico inglés del XVIII Joseph Priestley, al tiempo que trenza en torno a él un retrato de la sociedad de la época, las ideas ilustradas y la Revolución estadounidense, también del cambio de paradigma y el inicio de la circulación libre de las ideas, entre otras muchas cosas. Nikola Tesla, el genio al que le robaron la luz (Turner), de Margaret Cheney, hace lo propio con una de las figuras indelebles de la física de la electricidad y el magnetismo y su tiempo.

Las matemáticas, como se repite hasta la saciedad sin que el sentir popular acabe de cambiar, también pueden ser divertidas: a demostrarlo dedicó gran parte de su vida el recientemente fallecido Martin Gardner. Desde su columna Mathematical Games de la revista Scientific American, Gardner comprendió e hizo comprender a los lectores todo tipo de rompecabezas matemáticos. RBA propone tres recopilaciones de sus artículos: ¡Ajá! Paradojas que hacen pensar, Matemáticas para divertirse y Rosquillas anudadas, indicadas para dar un poco de mambo a las neuronas. En Gödel para todos, Guillermo Martínez (autor a la sazón de la novela Los crímenes de Oxford) y Gustavo Piñeiro tratan de explicar con sencillez (aunque resulte una tarea ardua) el teorema de incompletitud de Kurt Gödel, que en 1930 trastocó las bases de la matemática y puso límites a lo que los matemáticos creían poder llegar a comprender.

Dando un brinco encontramos La vida en el espacio (Crítica), de Lucas John Mix, un volumen dedicado a la joven ciencia de la astrobiología, todavía algo desconocida e interdisciplinar (aúna la biología, la astrofísica, la química, la geología...), dedicada al estudio de la vida fuera de la Tierra.

Pero, bajando de las alturas, y ya que es verano, si a usted le aplatanan las altas temperaturas y el sosiego estival, pueblan los anaqueles un puñado de libros rigurosos a la vez que frescos y divertidos. Uno de ellos es ¿Por qué la araña no se pega a la telaraña? y otros misterios mundanos de la ciencia (Ariel). Tras este ingenioso título, Robert Matthews recopila las respuestas que durante años dio a preguntas, algunas ingenuas, algunas desconcertantes, pero todas ellas interesantes, que le plantearon semanalmente los lectores del periódico británico Sunday Telegraph: ¿por qué vuelven los bumeranes?, ¿por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos?, ¿cuál es el mayor número posible? Así, con buen ritmo y ayuda de los expertos, Matthews construye una visión de la ciencia útil, sorprendente y muy cercana a los lectores.

También Ariel lanza una serie de libros-guía: los 50 cosas que hay que saber de... en los que en solo cuatro páginas por tema, de forma muy didáctica, con resúmenes, recuadros explicativos y gráficos, se despacha lo esencial de disciplinas como la física, las matemáticas, psicología, economía... El de física, por ejemplo, trata temas como el principio de incertidumbre, la teoría del caos, la relatividad o el efecto fotoeléctrico. Resultan ideales para hacerse a vuela pluma una idea panorámica de cada ciencia. En 50 teorías científicas revolucionarias e imaginativas (Blume) tenemos más o menos la misma idea, pero en formato más cuidado, a todo color y con grandes ilustraciones (también lo hay de filosofía). "


Cerebros, arañas y magdalenas de Proust (Elpais.es)