Hwang Dong-hyuk escribió “El juego del calamar” en 2008. El director, se inspiró en los cómics japoneses como “Battle Royale”, “As the Gods Will” o “Alice in Borderland” que leía en aquel año.
Al sol siéntate. Y abdica para ser rey de ti mismo. (Fernando Pessoa)
Quisiera celebrar el 14 de febrero confesándoles un secreto. Digamos que éste será mi regalo de San Valentín. Este verano dejé de creer en el amor. En el amor de pareja. No fue algo progresivo. Fue un golpe seco: el orden de mis ideas cambió y mi deseo se vio radicalmente modificado. ¿O quizás fue al revés? Me descubrí deseando de otro modo y las ideas cayeron por su propio peso. Aunque soy con respecto a toda teología ateo y en filosofía metodológicamente nominalista, el amor había hasta entonces resistido la hermeneútica de la sospecha y el acoso de la deconstrucción. Por el lado de la virtud, la retórica del amor persistía en mí como un resto neoplatónico de años de entrenamiento metafísico. Me afectaron también sin duda las fanfarronadas de San Pablo, que se leían en las bodas católicas quien sabe si como palabras de ánimo, como mandatos o como conjuros. No tan lejos de San Pablo como debiéramos, en las micropolíticas gays, lesbianas y trans se hablaba del “derecho a amar” y volvía como un rumor la afirmación de que lo importante es que “dos personas se amen aunque sean del mismo sexo”. Y así el fluido normalizador del amor se derramaba sobre nosotros, los parias de la sexualidad y de la diferencia sexual.
Happy Valentine