21 jun 2013

Siete veces Tony Soprano

Siete escenas de 'Los Soprano' : la serie mejor escrita de la historia

Tony y su madre


 


Livia (Nancy Marchand) traicionó y maltrató a su hijo y a cuantos la rodeaban siempre que tuvo ocasión. El conflicto entre ellos era un elemento central en la serie, en la compleja vida interior de Tony, en sus charlas con la doctora Melfi. Su funeral en la ficción se precipitó a causa de la muerte de la actriz que la interpretaba, Nancy Marchand. El funeral de Livia es sin duda una de las mejores escenas de las seis temporadas. Permite la expresión, en un mismo espacio y respecto a un mismo asunto de multitud de personajes. La escena semueve entre el absurdo etilismo de Christopher hasta el arrollador caracter de Carmela (Edie Falco).


Tony y los gansos





Una pequeña familia de gansos aparece un día en el jardín de Tony. El mafioso entabla una especial conexión con ellos hasta que su marcha desencadena su primera crisis de ansiedad. Los gansos nunca vuelven y es normal ver a Tony buscarlos, con la mirada fija en la piscina. La piscina, sin gansos, será un plano recurrente hasta el final de la serie.


Tony y la comida







El episodio piloto de Los Soprano concluye con un plano de Tony frente a un enorme plato de pasta. Un minuto, en silencio, engullendo. Tuvieron que llegar Los Soprano para descubrir a los espectadores que las personas comen. La alimentación es una elipsis habitual en el audiovisual. Los Soprano comen y respiran, beben y fornican, pero sobretodo comen y, con ese gesto aparentemente insignificante, cargan de verosimilitud las situaciones.


Tony y la violencia


 

El imponente aspecto de James Gandolfini resulta clave en la verosimilitud del personaje de Tony Soprano. Tony es más inteligente que la mayoría de sus compañeros de profesión, tiene una buena posición en la jerarquía del clan pero también tiene algo de animal, puede ocuparse del negocio con sus propias manos. La violencia no es necesariamente explícita en Los Soprano pero sobrevuela cada plano gracias a escenas como esta, que sirven para disuadir a los enemigos pero también para inquietar al espectador, para enfrentarle a supropia empatía con el protagonista.

Tony y los genes





"Mis raíces, mis jodidos y pútridos genes han infectado el alma de mi hijo", explica Tony a la doctora Melfi en una sesión en la que se aprecian con nitidez las dificultades del mafioso para abordar de manera útil su terapia. Su rechazo por la psicología, su descreimiento, contrasta con la necesidad de expresar y encontrar respuestas a preguntas que le corroen. Esta tensión marca toda la serie. Acude a terapia, se expresa pero desconfía. Algo similar le ocurre con su familia, la mayor de las dependencias y un sufrimiento continuo, por su madre, su hermana y hasta su propia esposa.


 Tony y Cristopher




Christopher Moltisanti, el sobrino de Tony, el que podía ser el sucesor acabó muriendo a manos de Tony en una complicada combinación de clemencia y oportunismo. La deteriorada relación de ambos se acabó por resolver en un accidente de coche. Tony sopesó una y otra vez matar a su propio sobrino y tras quedar este malherido en el accidente optó por ayudarle a morir. Su fallecimiento, sería interpretado por el capo como una fuente de buena suerte y una liberación.


Tony y sus fieles


 


En el último episodio de Los Soprano, Tony ofrece un buen puesto a Paulie, que prefiere mantenerse en una actividad menos arriesgada. Las supersticiones de Paulie, su devoción por Tony (que es la del espectador) y su miedo a la muerte quedan resumidas en una conversación rítmica y cómica pese a lo profundo del contenido y la cercanía del fin. La escena es una como tantas y Paulie es él como podría ser cualquier otro de esos espantosos italoamericanos horteras que pasaban las tardes en Salieri´s y el Bada Bing!, un hombre con miedo, solo eso.

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