29 mar 2010

Bukowski, Liszt y Santana

Eusebio Ruvalcaba dice:

"Fragmentos de un cuaderno manchado de vino de Bukowski. Por encima de lo que los críticos lo acepten, Bukowski es uno de los grandes del siglo xx. Escritor escasamente ponderado, monstruo de la enjundia y la revuelta, provocador, genio del jalón narrativo (brincos habría dado Faulkner por tener sus vuelos literarios, en el sentido de hacer suyo al lector desde un principio), Bukowski escribió como loco porque jamás se puso la etiqueta de soy escritor y déjenme trabajar porque soy bendito de los dioses.

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Ando a la búsqueda de un disco de Poulenc. Enorme monstruo de la música, Poulenc. Tan fiel a sí mismo. Con Satie e Ibert, uno de los grandes de la música francesa contemporánea. Abajito de Debussy y Ravel. Huelo su música en cualquier expendio de discos que me acerco. Pero si ahora lo evoco es por su música de cámara, en particular por la Sonata para clarinete y piano, obra que encierra toda la belleza y espíritu festivo de su música. Que eso es Poulenc: alegría del primero al último compás. ¿O no es tal su Concierto Campestre?

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Soy ignorante en todo, pero en música antes que en ninguna otra cosa. De pronto caen en mis manos discos de los que no tenía la menor idea. Como este que ahora mismo escucho: Somewhere con Eva María Santana, mezzosoprano. Qué maravilla de voz. Qué modo de acariciar y conducirte a los límites del paraíso. Entonces me pregunto cuánto influye en el gusto la tolvanera mediática. Al punto de que nuestras preferencias vienen impuestas desde afuera. Tal músico nos conmueve aun antes de escucharlo, nada más porque así lo dictan los cánones mediocres. Nada mejor que dejarse llevar por la impresión del momento. Alfonso Reyes llamaba a esto impresionismo. Y lo justificaba plenamente. Como uno de los pasos hacia la preceptiva y el juicio. Insisto en calificar a Eva María Santana como una cantante que nos hace desprendernos de nuestros prejuicios y vivir la autenticidad de la música. Tarea nada fácil.

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Sigo con Liszt. ¿Cómo es que no había advertido su grandeza, su fuerza telúrica, excepto por su sonata para piano en si bemol? No lo sé. Pero desde luego no era uno de los músicos por quienes habría metido la mano en el fuego. Eso fue ayer. Hoy por hoy, me parece uno de los más grandes genios habidos. Es de una vastedad inmensa y profunda en todos los haberes de la música. Por ejemplo, en ideas referidas a la orquestación. Sus poemas sinfónicos son ejemplo de solidez orquestal. Compuestos a partir de una vertiente narrativa, discurren con una fuerza que hace empequeñecer las montañas que nos rodean. Siempre apuntalados por un uso magistral de toda la paleta orquestal –el púnico contemporáneo que acaso podría comparársele es Berlioz. Por ejemplo, en cuanto a la musicalidad. ¿Qué son sus Años de peregrinaje, su Sonata para después de una lectura de Dante, Sinfonía Fausto, qué son sino referencias a la esencia misma del corazón del arte en su estado hiperestésico?, esto es un recurso de la musicalidad en su expresión sublime.

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Se acabó la fiesta Chopin. Lo que sigue es Schumann. Pero Chopin dejó su huella. Porque el compositor polaco se nutre de su huella. De la sangre que va dejando en el camino. Cualquiera que lo haya escuchado lo defiende, aboga por él, y lo hace suyo. Chopin tiene eso, que une o separa en forma categórica. Que de pronto ya traes puesta su camiseta. O no. O te resulta odioso. Yo me declaro chopiniano. Como hombre que ama la música.



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