22 dic 2010

2010 : los mejores libros

1. Sukkwan Island (Alfabia)
Esta novela hizo a David Vann acreedor del pretigioso Premio Médicis 2010. Sukwwan Island es una de las novelas más poderosas y agridulces que se han escrito desde La carretera de Cormac McCarthy: no en vano se le ha adjudicado a Vann el epítome de ser su heredero. Un padre decide llevarse a su hijo de 13 años a una isla en donde vivirán un año con apenas lo necesario para sobrevivir: una hacha para cortar leña, un arpón para pescar, y una pistola y un rifle para cazar animales y matar a los osos que acechen su cabaña. A partir de ese argumento, Vann hilvana los temas de la muerte, el suicidio, el aislamiento, la obsesión, la ceguera, el absurdo, la impertinencia y la animalidad, con una prosa superior: efectiva, ligera y mordaz.

2. Blanco nocturno (Anagrama)
Ricardo Piglia se tomó más de una década para publicar una nueva novela. Y es que después de escribir La ciudad ausente o Respiración artificial las exigencias y expectativas en torno de la obra del autor son mayores. Blanco nocturno confirma a Piglia como una de las voces más necesarias, agudas y deliciosas de la literatura escrita en español. El argumento de la novela parte de un crimen en donde lo más importante no es encontrar al asesino sino advertir las consecuencias del mismo. Una novela que es mucho más que su anécdota y adquiere el rango de símbolo a partir de la literatura misma: la mirada depurada del si mismo y la lentitud inherente a lo realidad son sus vectores de lectura. Es además una estación de la literatura latinoamericana subsecuente a la utopía del Boom y al desencanto bolañiano.

3. Infecciosa (Mondadori)
En sintonía con Piglia, Sergio González Rodríguez es otro de los escritores que hace emerger de la literatura los senderos más inesperados para entender la realidad: a partir de la fábula, la imaginación y el lenguaje. Infecciosa es una novela sorprendente y confusa que exige un lector no atento sino advertido, un lector que no solo lee sino interactúa con el ambiente turbio que se propone: la experiencia vertiginosa que ofrecen las pantallas,la ingravidez de los escenarios virtuales e imaginados y la conciencia de aceleración en un mundo en el cual la experiencia del viaje es la experiencia vital por excelencia: el viaje personal y privado que sin embargo y necesariamente atraviesa el espacio virtual en tiempo real y de forma pública.

4. Los muertos (Mondadori)
Cuando parece que ya todo se ha experimentado en cuestión literaria, hay escritores que confirman que al mismo tiempo que se puede ser novedoso y radical también se puede crear una narrativa sólida. En España, la generación afterpop es de lo más nuevo y sólido que hay en la narrativa que se escribe en español, uno de los escritores que se ubica en este grupo es Jorge Carrión, quien con Los muertos debuta como novelista con una obra que reúne genialidad, frescura y entretención. En la anécdota de esta novela, "Los muertos" es una serie televisiva de la cadena Fox, en la cual "reaparecen" personajes del pasado pero con diferentes nombres: desde Lady Macbeth hasta Roy Batty de Blade Runner. La serie se convierte en un fenómeno es escala internacional, pues se una de las polémicas es considerar la "vida" de los personajes de ficción. Una novela breve pero contundente, divertida y mundana; fundacional.

5. Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques (Anagrama)
Una imagen como la que sugiere dicho título escrita en los 40 solo podía ser atribuible a unos desadaptados. Si pensamos en genios literarios de este tipo los encontramos en los beatniks, y en sus figuras fundamentales: Jack Kerouac y William Burroughs. Antes de que escribieran sus novelas más importantes (En el camino y El almuerzo desnudo), la pareja de escritores decidió contar a cuatro manos una historia que les fue muy cercana: ocurrió en el Nueva York aún bohemio de los 40, en el que maduraron al amparo de los bares, suburbios y departamentos de segunda, cuando un amigo suyo, Lucien Carr asesinó a otro de la pandilla, David Kammerer que estaba enamorado de Carr. En esta novela primeriza ya descollan tanto la prosa intempestiva de Burroughs y el estilo elegante y acabado de Kerouac.

6. La prueba del ácido (Tusquets)
No en vano a Élmer Mendoza se le considera insignia de ese género inventado que la crítica tiene a bien llamar "narcoliteratura". Más allá de esta reducción, Mendoza se ha promulgado como un escritor del lenguaje y del estilo. Pero en su narrativa el estilo y el fondo son una misma cosa, podrían ser llamadas mendozinas, pero eso suena muy argentino. La prueba del ácido es quizá la mejor novela del sinaloense, en la cual retoma a su detective antiheroico, el Zurdo Mendieta, y parte del código realista para ir más allá de la mera sugerencia a un estado en donde el crimen, la impunidad y la corrupción son el pan de cada día: alcanza los límites reales en torno de la política, la empresa y el narco, la injerencia del gobierno estadounidense en el país llamado México y el desarraigo fronterizo de una sociedad confundida, consternada y descreída.

7. Hotel DF (Mondadori)
Guillermo Fadanelli concede muy pocas entrevistas, tal vez porque le choca que los periodistas no lean sus libros y le pregunten lugares comunes. Motivo suficiente para detenerse y no ansiar la entrevista vacía, sobre todo si en el plano de los escritores mexicanos consagrados, cuyo largo historial arroja las adaptaciones más dóciles al poder gerencial, Fadanelli es de lo menos común en nuestra literatura. En Hotel DF, el autor hace copio de toda su virulencia y viscosidad para entregar una novela ubicua cuyo discurso rector es mostrar la corrosión de una sociedad entera, a partir de un motivo simbólico elocuente por su impronta de engaño, misterio y provocación: un hotel, ubicado en el centro histórico de la Ciudad de México, núcleo de una red inabarcable e irreductible de intereses, negocios e intercambios ilegales y demás corruptelas.

8. El don de la vida (Alfaguara)
En la misma línea del estilo que lo hizo grande con novelas como El desbarrancadero o La virgen de los sicarios, en su más reciente novela El don de la vida, el escritor colombiano nacionalizado mexicano Fernando Vallejo organiza un relato ácido, crudo y violento en primera persona para contar unas horas en las que un viejo hace un repaso arqueológico de sus muertos. Contabiliza 757, mientras despotrica, como Vallejo, contra a todo aquello que merezca la pena despotricar: casi todo, excepto el lenguaje y la belleza. La de Vallejo es una voz necesaria porque escandaliza, polemiza y podemos estar de acuerdo o no pero nos hace pensar, y tan solo con la palabra es capaz de agitar nuestros intestinos.

9. Dublinesca (Seix-Barral)
Dublinesca es una de las novelas más genuinas y honestas del escritor catalán, Enrique Vila Matas con esta obra construye un aparato literario, cuya lectura se siente como si fuera una lectura tecnológica. Esa sensación que no es cosa menor y es un logro del estilo manifiesta la intención de Vila Matas: ofrecer una reflexión sobre la lectura, la escritura y sus soportes justo cuando nos ubicamos en el tránsito que supone lo que él llama la era Gutemberg a la era digital. Su personaje es un editor fracasado de apellido Riba que quiere realizar un ritual justamente el 16 de junio, el Bloomsday, día en que transcurre la novela vanguardista por excelencia y que es justamente un juego con el tiempo: Ulises, de James Joyce. Riba transita por un patetismo del tipo danteso, que en este inicio de siglo se intensifica porque el hombre se siente amenazado por el fin de los tiempos, y cobardemente busca en este liberarse de toda culpa.


Lista de honor

El Tercer Reich, de Roberto Bolaño (Anagrama)
Verano, de Coetzee (Mondadori)
Snuff, de Chuck Palahniuk (Mondadori)
El fondo del cielo, de Rodrigo Fresán (Mondadori)
Fiesta en la madriguera, de Juan Pablo Villalobos (Anagrama)
Agosto, octubre, de Andrés Barba (Anagrama)
Luz de luciérnagas, de Edson Lechuga (Montesinos)
Missing (una investigación), de Alberto Fuguet (Alfaguara)
El inventor de palabras, de Gerard Donovan (Tusquets)
El caso Kurílov, de Irene Nemirovsky (Salamadra)

Decepciones: los premios

Premio Alfaguara de Novela 2010
El arte de la resurrección, de Hernán Rivera Letellier:
Un prosa exquisita y superior, poca profundidad y nula propuesta


Premio Tusquets Editores de Novela 2009 (publicado en México en marzo de 2010)
Óscura monótona sangre, de Sergio Olguín
Una trama de mediano rango, buena escritura pero poco riesgo

Libro de cuentos del año:
La marrana negra de la literatura rosa, de Carlos Velázquez (Sexto Piso)


Biografía del año
Memorias de un Rolling Stone, de Ron Wood (Global Rhythm)


via twitter @libreros

No hay comentarios: