13 jul 2009

LUCAS LANUSSE

En su libro Sembrando vientos, explora las responsabilidades en la expansión de la violencia que sacudió al país entre 1955 y 1973. “Ni las Fuerzas Armadas ni los partidos políticos antiperonistas le encontraron la vuelta a un país ingobernable”



–¿En el bombardeo a la Plaza en 1955 está el huevo de la serpiente?

–Sí, es así. Algunos me han planteado que tal como está desarrollado ese capítulo parecería que fue el peronismo el responsable de la violencia. El libro iba a comenzar con los bombardeos, pero me pareció que si no contaba la historia de la década previa era muy difícil, era muy abrupto arrancar con las bombas. La desmesura, la criminalidad de los bombardeos, claramente inaugura la violencia política en el país. Y esto no lo digo solamente yo, sino todos los estudiosos del período. Esos bombardeos superaron lo conocido hasta entonces y abrieron una etapa en la que realmente parecía que todo valía.

–Aunque dice que los historiadores no dudan en afirmar que con los bombardeos comienza la violencia, parecería que aún hoy, sotto voce porque es incorrecto asumirlo en voz alta, se sigue “legitimando” ese bombardeo en tanto se piensa que el peronismo es violento, pero las clases medias están como inmunizadas.

–Ese es el núcleo central del libro. Todos parecen tener la excusa perfecta. Aun hoy, cuando leés algunos documentos, te sorprende la manera en que ellos creen que esos bombardeos estuvieron bien, que lo que hicieron no fue criminal. Pero ahí están los hechos y son incontrastables. En los capítulos del libro se cuentan episodios de la historia argentina donde hubo muertes, sangre, irracionalidad, grandes dosis de locura, y todos tienen entre comillas la justificación perfecta. Ningún peronista puede discutir el discurso de Perón del 31 de agosto de 1955, que fue una animalada, de una irresponsabilidad tremenda, por más que estén inscriptos dentro del bombardeo de la Plaza de Mayo. Muchas veces las mejores fuentes son las de los propios protagonistas. La descripción que hace de la jornada del 16 de junio Isidoro Ruiz Moreno en La revolución del ’55 es tan apestosamente elitista y tan transparente en cuanto a que le importaban tres mierdas la vida entre comillas de esos negros, que ese relato es francamente escalofriante.


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