14 jul 2009

Piazzolla

Además de ser un personaje anfibio entre lo supuestamente alto y lo popular, además de estar siempre a caballo entre el margen y el centro, Piazzolla encarnó toda su vida la contradicción de querer ser inmensamente vanguardista y, a la vez, lo más aceptado posible con ese mismo vanguardismo; quiere todo y se enoja con la gente cuando no lo escuchan”

“Lo cierto es que nunca le fue mal: cambiaba todo el tiempo de sello discográfico y cada vez le pagaban más dinero: él sobreactúa su adversidad, los otros sobreactúan la mirada de él como el mal y todo se sobreactúa y sobredimensiona en una especie de gran esperpento de tergiversaciones y malentendidos”

Algunos malentendidos son forzados, otros son forzosos y otros, involuntarios. Piazzolla no era bueno con los nombres: decía “escuché un disco”, “estuve con tal músico de jazz” que, por ahí, no existía. Tenía esas cosas, pero no había ahí una intención de darse aires sino que se olvidaba. Yo creo que los malentendidos son inevitables y, a veces, los creadores juegan con eso, pero yo no sé si Piazzolla era tan consciente: la propia figura de Boulanger (la profesora francesa que, luego de escucharlo ejecutar “Triunfal” al piano, lo interrumpió para sentenciarle “no abandone jamás esto, ésta es su música, aquí está Piazzolla”) es un gran malentendido: no era la gran maestra prestigiosa en ese momento pero sí la tipa que terminó dándole a él, de forma inesperada, una lección que lo marcó y lo envió hacia donde correspondía aunque sin las características elegíacas que los biógrafos le dieron.

Sí, también el título apunta a tratar de entender el mal, porque Piazzolla es puesto en el lugar del mal: es el hombre que viene a enterrar al tango, aun cuando el tango en el sentido más pacato ya estaba enterrado solo y, en todo caso, él no era otra cosa que un mensajero de esa muerte.
Ese también es otro gran malentendido.

Por supuesto, el error de algunos de creer que la música rioplatense había vivido una época de oro de más de tres mil años y que, de repente, alguien lo mata desde afuera, cuando el tango tuvo un proceso de formación muy breve. Es más, el rock hoy tiene más años de decadencia que el tango y nadie lo dice. La prueba es que para la generación de los ’70, el tipo que se remitía a los ’40 o ’50 era objeto de mofa, y hoy Pedro y Pablo se vuelven a juntar para cantar “Yo vivo en una ciudad”, y ese tema que ya tiene cuarenta años sigue siendo una de las mejores canciones de rock, con lo cual ahí tenés la pauta de que pasó muy poco. Es un error reclamar una vigencia tan prolongada a un género popular y, en esa época, había muchos debates sin sentido con personajes que parecían vivir en frascos de formol, como las imágenes de La invención de Morel. Los interlocutores de Piazzolla eran Soldán, Neustadt, porque él, con cierta astucia, evitaba las discusiones reales, él elegía como contendiente a un ignoto cantante de tango como Héctor Varela...

Era tremendo, en vivo era una máquina, lo vi mucho durante la última dictadura en el Teatro San Martín. En ese momento dejábamos de escuchar rock y queríamos otra cosa, él significó esa puerta de entrada a lo otro.

Un amigo mío se acuerda de que fuimos a verlo en el ’75 o ’76 con el grupo electrónico y dice que yo salí furioso, abollé el programa y dije “este hijo de puta a mí no me miente más”. La verdad que no me acuerdo mucho de lo que habré escuchado entonces





Biografía no astorizada

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