24 oct 2009

Belleza

No creo en la belleza a priori, independiente de quien mira. Tampoco en un sujeto que la constituya con su mirar. Me inclino a pensar que es un cruce cargado de múltiples determinaciones donde lo cultural está inscripto en el instinto. Pero lo que no resulta tan claro son los parámetros sobre los que se hace una bella o un bello, sea su autor un escultor de la antigua Grecia o un estudio de Hollywood. Hay quienes sostienen que el instinto, la preservación de la vida, está en la base de cualquier destello de belleza. La construcción de la imagen de Angelina Jolie o Brad Pitt es tan meticulosa como lo fue hacer la Venus de Milo o el David de Miguel Angel. Empleando mármol o medios digitales se inventa un modelo sin pretender que la representación sea realista.

Los bellos y las bellas nunca fueron tales en términos estrictamente visuales, pero aunque así fuera, cabe recordar que también vemos con la memoria, con la imaginación y, sobre todo, con el deseo.

Memoria, imaginación y deseo pueden cargarse con labios carnosos, panzas chatísimas, ojos azules, curvas afroamericanas y agilidad de efectos especiales, tal como se carga en la computadora un sistema operativo. Para eso trabajan gigantescos estudios, prestigiosos directores y una pléyade de técnicos y profesionales, amén de aceitadas redes que todo lo abarcan y nos devuelven el mundo a través de una pantalla. Sin embargo, las fuerzas en juego son escurridizas y la belleza estalla donde menos se la espera, alterando los modelos establecidos.

Vale recordar Guerrillero heroico, la famosa instantánea que Korda hizo del Che, la foto más difundida de la historia y, tal vez, la que más contribuyó a hacer que el pelo largo y revuelto, la barba crecida y desprolija y la actitud rebelde y decidida se inscribieran en el decálogo de la belleza.Sin duda fue un modelo que, amplificado por el movimiento hippie y el Mayo francés, forzó al programa a actualizarse incorporándolo en una especie de antropofagia al revés, donde desde el poder se adopta y reprocesa aquello que surgió en el margen.

Es curioso como llega a nuestros días, en figuras como Johnny Depp, donde los rastros de su origen han desaparecido. Se ha transformado en una superficie convalidada porque tal vez su raíz vital está presente en el inconsciente colectivo.

RES
El origen de los rostros que adoramos

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