" Un 65% de los padres elige para sus hijos literatura liviana. rechazo a los clásicos
Lo revela una encuesta del sitio thebabywebsite.com. El 25% directamente eliminó historias como la de Hansel y Gretel. Argumentan que provocan miedo en los niños.
Pero los psicólogos advierten que eliminar esas lecturas es un error.
Surge una nueva generación que prefiere que sus hijos escuchen o lean historias sin tanta violencia, crueldad, situaciones de peligro o, incluso, discriminación. Padres que creen que esas narraciones universales son políticamente incorrectas.
Pero no es un fenómeno que sólo se reproduce en las librerías –donde algunos de los libros más vendidos son Gaturro y la mansión del terror, de Nik, o Mascotas inventadas, de Ana María Shua– sino también en el resto del mundo.
Según una encuesta del sitio thebabywebsite.com, el 25% de los padres consultados eliminaron cuentos como Blancanieves o Hansel y Gretel de su repertorio nocturno a favor de otros sin brujas malvadas.
El 20% opinó que Cenicienta era sexista y el 17% reconoció tener miedo de que esas historias les dieran pesadillas a sus hijos. Por último, el 65% concluyó que prefería leerles a sus chicos narraciones más livianas e inocentes a la hora de dormir.
Ni Blancanieves ni la Cenicienta. “No me gusta la imagen de que sólo las mujeres hermosas se casan con los príncipes. Prefiero historias como la serie de Valentina, que es una chica que va creciendo como ellas.”
Los tres chanchitos. “Mi suegra le regaló el libro y cada vez que llegábamos a la parte en la que aparecía el lobo, Joaquín se angustiaba y tenía miedo. ¿Para qué le voy a leer algo así? ¡Yo sigo traumada con Bambi y tengo 35 años!”
Sin embargo, G. K. Chesterton decía que si se aleja a los espectros y gnomos de los niños, serán ellos mismos quienes los fabriquen.
“El miedo no surge de los cuentos de hadas, el miedo surge del universo del alma”, concluía el escritor inglés. Felisa Widder, pediatra y psicoanalista, coincide: “Los cuentos clásicos son necesarios porque son elaborativos. Esto quiere decir que los chicos canalizan a través de ellos las angustias que no pueden manifestar de otra manera. Caperucita Roja, por ejemplo, es una manera de canalizar la agresividad oral, todo lo que entra y sale por la boca. Lo importante es que los padres vayan modificando los cuentos de acuerdo con la edad y con las preguntas de los chicos”.
“No estoy en contra de esos relatos, me encantan, pero sí creo que se leen mal. Caperucita es para chicas de 13, no para nenas de 5, por ejemplo. Con los cuentos de terror me pasa lo mismo, a mi hijo le encantan pero yo creo que tienen que estar bien hechos. Nunca le leería a mi hijo esas pavadas progres, sólo creo que hay que buscar buena literatura infantil y leerla en el momento adecuado.”
Los cuentos clásicos tienen su origen en narraciones orales. El de Cenicienta, por caso, nació en China. De ahí que la condición de belleza de Cenicienta fuera el pie chiquito, al igual que las mujeres chinas a las que se les vendaban los pies al punto de quebrarles los huesos. “Ese pie de pasos cortos lo que genera es la imposibilidad de moverse”, explica Sara Zusman de Arbiser, psicoanalista especialista en niños, quien separa este cuento clásico del resto por su contenido machista. “Es una metáfora de que las mujeres sólo pueden caminar lento y detrás del hombre. Pero también de que la mujer se salva por su pie como símbolo de belleza, como si la belleza fuera el bien y la fealdad el mal.” Como recomendación para no dejar de lado los clásicos, Zusman hace referencia al escritor Roald Dahl –autor de Charly y la fábrica de chocolate–: “Él escribió Cuentos en verso para niños perversos, que es la versión de los clásicos con humor y personajes de sentimientos duales con los que los chicos se pueden identificar”.
En clara defensa de los clásicos, Widder concluye: “A los padres progres hay que decirles que no deben pasarse de modernos: los clásicos son necesarios y, de una manera u otra, sus hijos los van a terminar escuchando”.
(criticadigital.com)
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