Se trata del estudio de Teresa Gutiérrez de Cabiedes El hechizo de la comprensión. Vida y obra de Hannah Arendt. Un trabajo bien documentado y escrito, bastante más centrado en la rumia intelectual de la biografiada que en detallar el entorno y las circunstancias históricas. Un libro que, a mi parecer, tiene su atractivo especial en la feminidad. No solamente porque quien habla y la persona de quien se habla son mujeres, sino porque el lector se encuentra con un discurrir y escribir femeninos. Esto, para el feminismo anhelante de varonía, probablemente pudiera entenderse como un reproche, pero éste fue precisamente el mayor elogio que hizo Ramón J. Sender de la obra de Carmen Laforet. Siendo éste un libro que habla como una persona, dan ganas de conocer a la autora, pues será alguien que no hable como un libro, y menos como uno masculino.
Teresa Gutiérrez, con independencia de los distintos aspectos que nos da de la obra arendtiana, tiene el acierto de hacernos ver cómo su biografiada es un ser equíaco, o si se prefiere doméstico, como lo somos todos los hombres, es decir, todos los varones y mujeres. Pero no se queda en constatar esto, que el hombre no se da sin un entorno, al hilo de los avatares de Arendt y su obra, sino que pone, en primer plano, cómo la respuesta que da la gran buscadora de comprensión a las preguntas que le va planteando su circunstancia concreta, especialmente el drama de la Segunda Guerra Mundial, va configurando no solamente una determinada actividad intelectual, también un modo de llevarla a cabo. Al ser libre, podría haber dado otra respuesta, podría haber seguido entendiendo su quehacer como meramente filosófico o podría haber optado por la especulación abstracta, encerrada en sí misma y ajena al mundo. Pero Arendt prefirió, además de la acción sobre la política con su pensamiento sobre ella, una reflexión nutrida permanentemente no sólo con la tradición filosófica y cultural occidental, sino con los aconteceres históricos de su hoy. Lejos de quedar ahogada en la desesperanza y la negatividad, por el horror de los totalitarismos –especialmente el nazi, que vivió en carne propia por su condición judía–, esta gran politóloga se esforzó en pensar, con sus raíces culturales europeas y en el entorno político estadounidense, cómo hacer viable, en la polis, la convivencia de los hombres; no la del abstracto Dasein de Heidegger, sino la de los concretos, la de cada uno con los otros.
Inteligentemente, la autora de esta biografía pone la atención del lector –probablemente sean éstas las mejores páginas del libro– frente a algunas sombras de la producción de Arendt que, en alguna medida, amenazan con disolver en la finitud y relatividad su aportación a la teoría política. La misma biografiada era consciente de ello, y así, rumiando un pasaje del Libro VI de Sobre la República de Cicerón, dice:
La tierra, comparada con el universo, no es más que una mancha. ¿Qué importa lo que ocurra en ella? Frente a la inmensidad del tiempo, los siglos no son más que momentos, y el olvido acabará cubriéndolo todo y a todos. ¿Qué importa lo que hagan los hombres? Ante la muerte, igual para todos, todo lo concreto y lo que distingue pierde su peso; si no hay un más allá (...) ¿qué importa lo que hagas o sufras?
Sí, ¿qué gravedad puede tener la teoría política si no hay un allende? Tímidamente amor, fe y verdad se abren paso en el corpus arendtiano. De esto y de cómo se entienda depende el que la creación de Hannah Arendt sea la construcción de un "invernadero sin reloj" –tomando prestada, aunque en otro sentido, la expresión de un crítico de su temprana obra sobre Rahel Varnhagen– o algo más; sin allendidad, la acción política es el banal intento de construir un confortable espacio entre cuatro paredes en el que los momentos, por falta de contraste con la eternidad, quedan sumidos en la indiferencia y la monotonía de lo insustancial.
¿No podría ser ésta la más grande aportación de Hannah Arendt a nuestro momento? En el proceso de Eichmann, la gran politóloga descubrió la banalidad del mal. ¿No es esto también lo que encontramos a diario en nuestra política? Sin trascendencia, ¿no queda la acción pública horadada por la nada?
Alfonso García Nuño
via @libreros
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